Ojeando las revistas de juguetes con mi hija mayor, me acordaba cuando yo era pequeña que una de mis preguntas era si los
juguetes que los Reyes dejarían en casa llevarían las pilas para poderlos utilizar
ese mismo día. Por suerte los Reyes Magos eran muy listos y año tras año aprendían
cosas nuevas adelántadose a esas preocupaciones.
Hoy en día, las preocupaciones de nuestros
hijos no giran en torno una simples pilas, sino que giran en cuánto me traerán
y si lo que me traeran será lo suficientemente grande, lo suficientemente caro o si será el último modelo. La pilas se han ido sustituyendo por baterías y
pantallas.
En la actualidad, donde las nuevas tecnologías acaparan parte de nuestro tiempo y atención, es necesario echar un ojo con más atención a aquellos regalos que han
pedido nuestros hijos en su carta a los Reyes e intentemos no dejarnos llevar
sólo por lo que les hace más ilusión, por lo que tienen sus amigos/as o por lo
que se lleva. Antes de ceder a sus deseos debemos ser
críticos y plantearnos cuestiones tales como si lo que han pedido se adecua a su
edad, si es un juguete educativo, bélico o si es nocivo para su salud.
A la hora de realizar nuestra función
como Reyes Magos es importante hacerlo con toda la ilusión que ello conlleva pero sin perder el norte ni la dirección en la casa donde tenemos que
dejar los regalos. Hay que saber seleccionar qué, cuántos y a quiénes van destinados aquellos regalos que ponen en
la carta.
Hagamos una reflexión un poco crítica
ante esto. No todo es válido y no todo es bueno aunque nos lo vendan y se lo
vendan a los niños como educativo. El otro día leía un artículo sobre los
beneficios del juego Fortnite para los adolescentes, defendiendo que tiene
un componente educativo por encima de lo adictivo. A mí me gustaría centrarme en la parte adictiva más que en la educativa.
Estar delante de una pantalla horas no es
educativo. No relacionarse con gente cara a cara no es educativo. El ruido, los estímulos agresivos, la postura corporal o la vista centrada en la pantalla…. NO ES EDUCATIVO. Sí es educativo pensar o buscar estrategias, pero hay mil juegos
de mesa o de otro estilo que no requieren estar delante de una pantalla.
También nos subimos al carro de las
peticiones en cuanto al móvil. En este sentido, como padres y madres debemos hacer una reflexión desde la responsabilidad, ya que muchas veces, y sin ser conscientes, somos nosotros mismos quienes
buscamos excusas para que nuestros hijos tengan móviles y no uno
cualquiera sino incluso uno de mayor calidad
al que nosotros llevamos. Argumentos como “pobre, es que todos sus
amigos los llevan”, “así lo tengo siempre localizado” o “los baratos no duran
nada” no ayudan a que nuestros hijos empiecen a tomar decisiones en función de las necesidades y sí desde el capricho.
Cada vez veo más grupos de adolescentes
con móviles que cuestan una cantidad indecente de dinero en el mercado ¿Realmente han de tener en sus manos una herramienta de comunicación tan cara? ¿Realmente están preparados madurativa y emocionalmente para usar estos
aparatos? Y en este sentido, ¿los "Reyes Magos" se encargan de adjuntar un manual de instrucciones de funcionamiento específico donde no sólo se
indica como se utiliza sino que además indique los efectos secundarios que puedan tener?
En estas fechas que se acercan donde nos
bombardean con todo tipo de juguetes,
productos, donde la frase que más se escucha, por lo menos en mi casa es “me lo
pido” y “quiero, quiero, quiero…” personalmente me vienen a la cabeza muchas
preguntas en cuanto a la necesidad de no dejarme llevar por lo que creo que es lo “mejor” para mis hijos, o pensar que como los Reyes vienen una vez al año y podemos tirar la casa por la
ventana dejándonos muchísimo dinero en cosas que utilizan los primeros días
por ser la novedad y luego se acumulan junto con otros juguetes.
Hace poco vino a la consulta un padre y me contaba que todos los días jugaba a la Play con su hijo porque era un momento
maravilloso para compartir una experiencia con él. No pasa nada si se juega un
rato. Pero ese momento que un principio parecía inofensivo, se estaba convirtiendo en un
ritual diario donde había una “competencia” entre ambos, y aunque
el padre argumentaba que era un momento donde se fomentaba la comunicación padre-hijo, no era
verdad. Hay demasiados estímulos para poder fomentar una conversación
tranquila. Su hijo también empezaba a no controlar los tiempos de uso, dejando de lado
algunas de sus responsabilidades o dejando de salir con los amigos para pasar
horas jugando, a veces con su padre, pero también solo por la noche y a escondidas.
Hagámonos preguntas, reflexiones,
tengamos una actitud crítica y usemos
nuestro papel como Reyes Magos de una manera más consciente y responsable.