Imaginaros que dejáis a vuestros hijos una bicicleta sin frenos en lo alto de
una cuesta llena de curvas….¿qué habéis sentido o pensado por un momento y como ha
reaccionado vuestro cuerpo? Está claro que esta ausencia de límites podría tener consecuencias negativas.
Para mí la función de los límites se podrían resumir en las 4Ps:
- Proteger: Los límites dan seguridad.
- Parar: Les ayudan a frenar, dejar de avanzar por un momento para luego seguir.
- Pensar: Les ayudan a considerar un asunto con atención y poder ver las posibles consecuencias que puede haber.
- Proceder: les ayuda a ejecutar una serie de acciones de manera ordenada según lo que se haya acordado.
Hay una gran diferencia entre el riesgo y el peligro.
Siempre hay que protegerlos del peligro pero para el aprendizaje es importante
que vayan asumiendo riegos, de esta manera se va forjando la autonomía,
enfrentándose a sus miedos y fortaleciendo la autoestima desde el “yo puedo”, “yo
soy capaz”.
Si hay una cosa que es común en todos/as los adolescentes
con los que trabajo es una ausencia casi total de límites.
Insisto que la verdadera prevención en el consumo de drogas
y alcohol no es en la adolescencia sino desde que son pequeños y los límites
juegan un papel fundamental en la prevención.
Pero… ¿los límites se pueden empezar a poner desde muy
pequeños? Por supuesto. Desde que
tienen meses donde ya les apartamos de sitios peligrosos como los enchufes. A partir de los 16 meses, ya hay que ser más rigurosos con los límites (a la hora de ir
a la cama, ver la tele…). Pensemos por un momento, como puedes poner límites a un adolescente en la hora de
llegar a casa, si cuando era pequeño no le has puesto límites
de horario para ir a dormir.
Está claro que hay que aplicar los límites a las
circunstancias personales y la edad de cada niño/a. Pero para aprender a poner límites los padres también tenemos
que hacerlo desde dos puntos
de vista: actitud y humildad. Las madres y padres debemos
actuar serenos pero firmes y hablando desde las consecuencias posteriores que
puede haber si ese límite no se cumple, hay que actuar desde la verdad: “no se pega porque esto hace daño” no es lo mismo que “no se pega
porque sino vendrá la policía a por ti”.
También la misma actitud y humildad a la hora de poner nosotros las consecuencias a ese límite. No
sirve de nada decir, ”si no haces los deberes no irás al parque”, si finalmente
va al parque sin haberlos hecho. Hay que dejar muy claro que poner límites es dar amor, “te quiero pero la respuesta es no” (no voy a
dejar que vayas sin casco cuando cojas la bici).
Como decía hace un momento, en los grupos de prevención de recaídas con los que trabajo en el centro de rehabilitación siempre les hago una pregunta a los adolescentes: "¿la borrachera, con qué cerveza la cogéis, con la
primera o con la octava?" Os podéis imaginar que la respuesta de casi todos es
con la octava, pero la realidad es que la “cogen” con la primera, porque cuando
empiezan no pueden parar…
Cuando llegan al centro, la mayoría de los adolescentes y
menores se saltan las normas porque no están acostumbrados. El trabajo
socioeducativo es el que se prioriza para poder cambiar una conducta. Pero el
trabajo no se centra solamente en ellos sino también en guiar a las madres y padres para que hagan ese cambio de conducta,
puesto que poner límites les supone, la
gran mayoría de las veces, conflictos y
situaciones violentas en las que hay mucho miedo y sufrimiento.
Pero, ¿que hacer en el caso que ya haya ausencia total de
límites? Os propongo para el próximo post un caso práctico…
Aquí os dejo el enlace a la primera parte de Prevención de drogas en adolescentes. Parte I
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