Está claro que viven con nosotros y tenemos una información
privilegiada de cómo son pero… ¿Realmente los conocemos?, ¿Sabemos cuáles son sus temores, con quién van y cómo se relacionan?
En la clínica donde trabajo si hay algo con lo que me
encuentro a diario es con padres y madres que se quitan la venda de los ojos
cuando hay una situación límite y donde la familia empieza a sufrir grandes
daños, seguida de la pregunta ¿Cómo no me di cuenta antes?
Evidentemente hay muchos datos que se nos van de las manos
pero hay otros que sí podemos conseguir. Se trata de preguntar, observar, guiar
y acompañar en la difícil etapa que es llegar a la adolescencia.
Yo insisto mucho en crear espacios donde se fomentan de
manera natural conversaciones agradables y no donde se sientan como si fuera un
interrogatorio. Es importante contar cosas que nos pasan a nosotros para
que ellos nos cuenten las suyas. Si quieres saber cual es su música favorita por qué no
le cuentas cual es la tuya, o que escuche la que te gustaba de joven, incluso
acompañada de fotos de esa época.
Los momentos de la cena, cocinando… son momentos en los que
se hacen otras cosas y se puede fomentar el diálogo, pero si hay un sitio que
facilita el diálogo sobre todo con los adolescentes es en
el coche, porque aunque el
contacto visual es fundamental para la comunicación, a veces lo mejor es no
mirarse para que no sientan que es un interrogatorio.
En mi casa todas las noches a la hora de la cena cada uno
explica lo mejor y lo peor del día y que cosa cambiaría. Esto nos permite
saber si han tenido algún conflicto en la escuela y ver como lo ha resuelto y poder ayudar a buscar soluciones todos juntos.
Incluyendo lo que nos pasa a los padres.
Tenemos la tendencia a interrogarles nada más salir del cole,
o cuando llegan a casa del instituto, a veces
no les dejamos tiempo y ya les lanzamos la primera pregunta …. ¿Cómo ha
ido?, ¿Qué quieres de merienda?, ¿Qué deberes tienes?,.... Quizás deberíamos empezar a contar como ha ido nuestro día
y luego dejarles espacio a ellos.
Me gustaría lanzaros una batería de preguntas para que cada
uno pueda evaluar el nivel de conocimientos que tiene con respecto a sus hijos. No se trata de juzgar sino de reflexionar para ver que debemos cambiar… ahí
va!!
¿CONOCEMOS A NUESTROS HIJOS/AS?
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SI
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NO
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¿conoces a sus amigos/as?
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¿conoces como es su manera de relacionarse con su
grupo de iguales?
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¿sabes por qué le gusta ir con ellos/as?
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¿sabes cúal es el cine que le gusta ir a ver?
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¿sabes a qué juega con sus amigos/as?
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Si tiene móvil ¿sabes qué tipo de chats tiene?
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Si tiene play ¿sabes a qué tipo de juegos usa?
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¿sabes qué cosas le dan miedo?
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¿sabes identificar cuando está triste?
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¿sabes cómo resuelve los conflictos que le van
apareciendo en su día a día?
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¿crees que te contaría algún problema o te pediría
ayuda si lo necesita?
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¿sabes qué le gustaría ser de mayor?
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¿sabes con quién y dónde está cuando no está en
clase?
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¿sabes si es capaz de decir NO ante la presión del
grupo de iguales?
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¿sabes cómo resuelve la situación cuando algo no le
sale como quiere?
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¿sabes cómo reacciona cuando se le dice un NO por
respuesta?
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¿sabes si tu hijo está bien informado sobre drogas?
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¿sabes si fuma?
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¿sabes si bebe alcohol cuando sale con sus amigos?
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¿sabes si es feliz?
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¿sabes lo que hace tu hijo/a cuando tu no estás en
casa?
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¿sabes si tiene capacidad de ahorro y en que se
gasta su dinero?
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¿Cuándo tiene un conflicto sabes si reacciona de
manera impulsiva o es capaz de reflexionar para luego responder?
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¿sabes si ha tenido o tiene algún tipo de
discriminación en clase con su compañeros?
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Insisto que este test no es para juzgarnos como padres y
madres sino para darnos cuenta que es posible
indagar un poco más. NO SE TRATA DE CONTROLAR sino conocer, saber, observar,
estar, acompañar y ayudarles a aprender a resolver las dudas y conflictos que
vayan surgiendo.
Muchos padres y madres se ven “incapaces” de tener una
conversación con sus hijos ya que “cuando llegan a casa se encierran”, y en cierto modo
es normal ya que buscan su intimidad y no quieren que se les trate como niños
pequeños sino como personas autónomas que ya lo saben “todo”. En la
adolescencia hay que estar ahí, pero de diferente manera, el diálogo cambia,
los temas de conversación y por su puesto el tiempo de comunicación que la
mayoría de las veces se convierten en respuestas monosilábicas ("si o no"). Pero no por ello tenemos que dejar
de comunicarnos.
Es en esta época de la adolescencia donde más dudas tienen y
más cambios sufren y la manera en la que se enfrentan a ella es huyendo de la realidad, esperando a que las cosas se solucionen con poco implicación por su
parte.
Insisto que crear espacios de ocio saludables con ellos desde que son pequeños, fomenta y facilita el diálogo.
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