¿Esta situación de riesgo le podría pasar a
nuestros hijos/as? Sí, por supuesto que sí.
Este post
tiene como objetivo principal concienciar por un lado de la importancia
de estar presentes en el proceso evolutivo
de nuestros hijos/as y por otro lado la importancia de pasar tiempo con ellos/as ya que es la mejor inversión a
largo plazo que se puede hacer.
Un
caso real: Cuando los padres de Julián (nombre
ficticio) vinieron a la consulta por primera vez lo hicieron en un momento donde la situación
en casa era desesperante. Los padres habían perdido toda credibilidad y respeto
por parte de su hijo mayor. Julián no ha nacido en un barrio desfavorecido, ni
ha crecido en un ambiente familiar desestructurado, tampoco ha tenido ausencia de límites, ni exceso de protección... Julián ha crecido en un ambiente
"normal".
Julián: Desde que era muy pequeño siempre había sido un buen estudiante
en su colegio del barrio alto de Barcelona donde también podía seguir
estudiando hasta llegar a la Universidad, con los compañeros con los que había crecido desde pequeño.
Tiene una hermana 2 años menor con la que se
lleva bien y sus padres, los dos médicos, trabajan turnos largos, alternando
con guardias tanto nocturnas como de fines de semana. Julián siempre estaba
acompañando por sus abuelos o por otra persona a su cuidado.
Cuando cambió de ciclo a la edad de 12 años
había varios niños repetidores y algún niño nuevo con los que empezó a pasar
más tiempo, se lo pasaba muy bien con ellos ya que la novedad le atraía. Alguno
de ellos ya empezaba a fumar e incluso ya habían tenido su primer contacto con
los porros. Julián en este sentido estaba bastante desinformado, en casa apenas
se había hablado del tema puesto que la manera de comportarse había sido
siempre muy infantil y un tanto inmaduro. Poco a poco, estos nuevos amigos
fueron tomando fuerza y pasando más tiempo con ellos, dejando de lado a sus
amigos de toda la vida. Estos nuevos amigos le aportaban valores nuevos.
Por otro lado, sus padres no tenían
constancia de estas nuevas amistades, en casa no se hablaba de estos temas,
ni siquiera se daban cuenta que ya hacía tiempo que su hijo no iba a ningún
cumpleaños de sus antiguos amigos a los que antes siempre estaba invitado a
todos.
A los 15 años, Julián empieza a priorizar el
pasárselo bien frente a su parte de ser más responsable. Al salir del colegio
ya no se iba directo a casa sino que quedarse un rato en el parque de en frente
era mucho más divertido y allí empieza a darle sus primeras caladas a un
cigarro. Esto le aportaba identidad, reconocimiento y aprobación por parte de sus nuevos "colegas". Poco a poco estas pequeñas caladas a un
simple cigarro se convirtieron en unas cuantas caladas a un porro.
Una madre de uno de sus amigos de toda la vida
informa a Carmen, la madre de Julián, que su hijo fumaba porros, reaccionando a
la defensiva y con una rotunda negación. No aceptaba que alguien le
estuviera diciendo algo malo de su hijo, que estaba muy lejos de lo que ella
consideraba la realidad. Su respuesta fue instantánea: “¿mi hijo? No creo”. Este
tema se pasó por alto en casa, nunca sus padres sacaron el tema ni le
preguntaron a Julián si esto podía ser verdad.
En casa todo era normal hasta que las notas
empiezan a no ser tan buenas y se empieza a ver un cambio de actitud en el colegio. Desde el colegio se informa a los padres de
los últimos acontecimientos. No daban crédito a lo que desde el colegio se les
estaba diciendo de su hijo, negando evidencias y datos objetivos, ya que la
actitud de Julián en casa era la misma de siempre, "un niño bueno". Aún así, tanto desde el colegio como desde
casa le empiezan a poner límites serios y contundentes. Julián esta presión no
la soporta aumentando el consumo de porros sobre todo por las tardes antes de
ir a casa y antes de dormir ya que le "ayudaba" a no pensar en sus
problemas, a evadirse de ellos y con la
creencia que podía dormir mejor.
Julián empieza a salir los fines de semana
cumpliendo con los horarios, ante el desconocimiento de sus padres de dónde iba
y con quién. Los padres continuaban pensando que salía con su grupo de
siempre y que no hacía nada malo. Julián empieza a beber e incluso de
manera descontrolada, fuma todos los días utilizando el dinero de la
semana para comprar tabaco y para
comprar hachís.
Los padres no le dan una paga semanal y Julián
pide dinero todos los días y los fines de semana más, sin que sus padres
lleven ningún tipo de control del dinero que gasta ni la responsabilidad que
esto supone por parte de Julián.
Un día llega una multa a casa por consumo de
sustancias en vía pública. Esto es lo que da la voz de alerta ante la realidad
de la situación, porque en ningún momento antes los padres habían sospechado
que Julián llevaba tiempo realizando prácticas de riego y con un nuevo grupo de
"colegas".
La manera de reaccionar de los padres fue
una vez más de la negación, pagan ellos la multa y creen a Julián cuando
les dice que él no era quien estaba fumando, sino uno de sus amigos a quien
echa la culpa.
La cosa fue empeorando cuando los cambios de
humor cada vez son más visibles en casa, las notas dejan de ser favorables y
los horarios en casa dejan de ser respetados. Tanto es así que Julián hay algún
día que no va a dormir a casa. A partir de ahí el cambio en Julián es drástico,
los consumos aumentan, los fines de semana empieza a consumir otras sustancias
que van en aumento. Empieza a "trapichear" para tener dinero puesto
que en su casa le dejan de dar dinero...
Pablo
y Carmen: Cuando llegan a la consulta lo hacen de
una manera desesperada y con una gran carga emocional; un elevado sentimiento
de culpa y donde aparecen preguntas como “¿Qué no hemos hecho bien si a mi hijo nunca
le ha faltado de nada?”. Emitiendo juicios "¡que tontos hemos sido!", "¿cómo no lo hemos visto?". Sentimientos de fracaso "¡que mal lo hemos hecho como padres!"
Sentimiento de pérdida de tiempo "mientras
nosotros trabajábamos Julián ha ido creciendo"......
Era verdad, mientras ellos trabajaban Julián
iba creciendo, pasando por diferentes etapas en la que los padres no habían
estado atentos, confiados en que a los demás sí les pueden pasar cosas o
"portarse mal", pero su hijo no ya que él era diferente, sin llegar
a pensar que Julián es igual de vulnerable que los otros niños de su edad y que
en ciertos momentos de su vida se puede encontrar con situaciones de riesgo en
las que van a tener que tomar decisiones y actuar.
Sus padres siempre le veían como un niño, dejando
de lado la realidad, y la realidad es que Julián se iba haciendo mayor, con
nuevas inquietudes, con nuevos amigos y con ganas de experimentar.
Pablo y Carmen invertían la mayor parte del
tiempo en el trabajo y sólo un porcentaje muy limitado de horas a sus hijos.
Las horas que podían estar con sus hijos eran horas compartidas con otras
tareas, en definitiva, los espacios de
calidad y de comunicación escaseaban en casa, tan solo en los periodos
vacacionales donde la familia coincidía 15 días.
La realidad: Como padres no debemos dejar de lado la realidad o confiar en
que nuestros hijos no se van a encontrar con situaciones de riesgo en los que
ellos por sí solos van a tener que tomar decisiones sin que nosotros estemos
para decidir por ellos. Negar evidencias, lo único que hace es sobreproteger
a los niños/as y esto desde la parte educativa es una de las limitaciones más
grandes que hay a la hora de que nuestros hijos crezcan de una manera autónoma
y responsable.
Por eso cabe insistir en que la prevención
no es estar en constante vigilancia pero sí mantenernos en alerta. Estar
atentos a aquellas pequeñas cosas que van apareciendo en su día a día y nos ayudan a detectar posibles conflictos que han de resolver ellos pero en un principio
tiene que ser de una manera guiada para cuando llegue el momento, lo puedan
hacer ellos de una manera autónoma,
evitando riesgos. No se trata de dar el mensaje de NO fumes, porque eso será su
decisión, sino de informar de las consecuencias, que sea él quien decida y no
porque los demás lo hagan.
No se trata de espiar, perseguir ni
controlar pero sí ver y estar
informados. Como padres, sí tenemos que saber donde están y con quien están,
saber qué tipo de uso le están dando a las redes sociales. Claro que llega un
momento que no se les puede acompañar a la puerta del instituto pero sí es
importante saber qué pasa en la puerta del instituto. Comunicarnos con ellos y
detectar cosas que les están pasando es intentar ir de manera paralela a
ellos/as en su educación porque llega un momentos que nos adelantan, a veces
sin control. Se trata de seguir en paralelo, a su lado y esto se llama tiempo de calidad con ellos/as.
La realidad es que cada vez es más
temprana la edad de inicio del consumo de drogas y que entre los compañeros de clase puede haber
alguno que ya se haya iniciado en el consumo. Y la otra realidad es que a
veces no estamos preparamos para cuando llegan a la adolescencia y que además tenemos poco tiempo para pasar con
ellos y el que tenemos muchas veces no es de calidad porque estamos haciendo
varias cosas a la vez.
Con todo esto, ¿Qué podemos hacer? A mí me
entristece mucho cuando veo fotos de mis hijos cuando eran bebés y apenas me
acuerdo de cuando eran así, es como si esa etapa no la hubiera vivido. Y eso es
lo que pasa, la vivimos... pero a medias.
Dedicar tiempo a nuestros hijos no sólo es
totalmente necesario sino que además es maravilloso. Detectar sus dificultades,
ver como resuelven los conflictos, cómo y con quién se relacionan son aspectos
donde los padres tenemos que estar de manera presente y consciente.
Dotar a nuestros hijos de una personalidad
fuerte desde que son pequeños para que puedan detectar aquello que les pueda
hacer daño y que puedan guardar distancia de ello es tarea de los padres y
madres. La importancia de que crean en ellos, que aprendan a elegir,
seleccionar y también no sólo ponerles límites sino que ellos también los sepan poner.
Aprender a parar, a saber decir NO o decir
sí, pero cuando realmente quieran y lo decidan. Aprender a tomar decisiones de
manera reflexiva y no impulsiva son aspectos educativos imprescindibles para
una buena prevención.
Y esto se llama tiempo, tiempo con ellos,
tiempo de calidad, donde la comunicación debe ser la primera herramienta. Pablo
y Carmen dedicaban muchas horas a trabajar para que a sus hijos nunca les
faltara nada pero apenas pasaban tiempo con ellos.
La realidad es que no debemos ponernos una venda en los ojos y pensar que
nuestros hijos no son vulnerables a cualquier situación.
La realidad es el presente y esto implica pasar tiempo con
ellos/as de manera consciente.
La realidad es que hay que estar. Y para estar, hemos de detectar y evitar a toda costa cuales son nuestros ladrones del tiempo. Pero eso es algo que os invito a leer en el siguiente post.
Los
momentos presentes, son momentos extraordinarios
No hay comentarios:
Publicar un comentario